Siguiendo la ruta de la lavanda con escalas en
Marsella, Arlés, Rousillon y Aviñón.
Texto y Fotos: Enrique
Sancho Cespedosa
Van Gogh, Cézanne y Picasso no podían
estar equivocados cuando quedaron deslumbrados por la luz y el color
de la Provenza francesa y decidieron pasar buena parte de su
vida aquí. Tampoco Albert Camus, Lawrence Durrell o Frédéric
Mistral (premio Nobel de Literatura junto con José de Echegaray en
1904) lo estuvieron cuando encontraron aquí inspiración para sus
obras. También, más recientemente John Malkovich, Dirk Bogarde o
Angelina Jolie. Porque la Provenza, con sus ciudades
monumentales, sus pueblos medievales, sus vestigios romanos, sus
campos de lavanda, sus montañas ocres y su naturaleza inviolada es
el perfecto escenario para cualquier artista y el marco ideal para
cualquier viajero. Este es un lugar donde incluso de noche el sol
ilumina las estrellas, como en los cuadros de Van Gogh, como si una
mano invisible hubiera girado la rueda del interruptor del cielo,
aumentando la intensidad azul y la transparencia del aire.
- No es raro que esta zona privilegiada haya sido poblada a lo largo de los siglos por las diversas oleadas de los primeros seres humanos durante la prehistoria y después por fenicios, griegos, galos, romanos, visigodos, ostrogodos, burgundíos, tolosanos y, si nos extendemos hacia el Languedoc o Italia, aragoneses, españoles, ligures, genoveses, piamonteses e italianos. Y todos ellos dejaron su huella de distintas formas.
Marsella
- Notre Dame de la Garde
Marsella, puerta de entradaAlejandro Dumas, que la conoció
bien y que ambientó aquí su más célebre novela, El Conde de
Montecristo, la definió como "el punto de encuentro de todo
el mundo". Su vocación marinera y su situación en el
Mediterráneo hicieron de Marsella una ciudad de acogida y de fusión.
Con 26 siglos de historia a sus espaldas, mira abiertamente hacia el
futuro.
- Puede que
la imagen que el mítico Edmond Dantès tuviera al enfilar la bocana
del puerto de Marsella, convertido ya en Conde de Montecristo, fuera
muy diferente a la de hoy, casi 200 años más tarde, pero sin duda
sus emociones al contemplar primero la fortaleza de If, antigua
prisión situada en una pequeña isla en el archipiélago de Frioul,
en la bahía de Marsella y que acabó siendo su triste residencia y
después las dos magníficas fortalezas que resguardan el puerto
serían similares a las que experimenta el viajero que entra a bordo
de un típico barco marsellés en el Vieux Port de esta ciudad, la
más antigua y grande de Francia. Y la segunda más poblada con unos
860.000 habitantes.
- Y es que las imponentes siluetas del fuerte de San Juan a
babor y de San Nicolás a estribor dan una idea del turbulento
pasado de esta ciudad donde no han sido extraños griegos y romanos
y donde han dejado sus huellas construcciones religiosas medievales,
fortificaciones del siglo XVI, lujosas residencias de los siglos
XVII y XVIII y los numerosos edificios prestigiosos construidos en
el siglo XIX. El fuerte de San Juan curiosamente tiene un foso que
lo aísla de la ciudad, y sus cañones, como los del fuerte San
Nicolás, apuntan a la rebelde Marsella y no al mar. Se ve que había
más peligro dentro que fuera en aquellos años. Asedios,
explosiones y una terrible epidemia de gripe en 1720 marcaron la
historia del lugar y todavía hoy parecen estar demasiado presentes.
Marsella - Notre Dame de la Garde (www.altum.es)
- La tradición dice que hay que subir andando hasta la
basílica, rezarle una oración a la Virgen y pedirle lo que uno
necesite y si la Virgen cumple con lo pedido hay que llevarle una
ofrenda, estas ofrendas en forma de maquetas de barcos, aviones...
se pueden observar en su interior colgadas de la nave, una nave,
espectacular, por cierto, con tres cúpulas decoradas con mosaicos
de palomas sobre tapices de flores de diferentes colores en cada
bóveda, un estilo muy peculiar que recuerda en cierta medida a
oriente.
Ahí está la Unité d´Habitation del visionario Le Corbusier y los vanguardistas proyectos que vieron la luz en 2013 al convertirse en Capital Europea de la Cultura, uno de ellos, se encuentra unido al fuerte de San Juan por una pasarela de 130 metros, se trata del Museo de las civilizaciones de Europa y del Mediterráneo, conocido como MuCEM, inaugurado en junio de 2013 se define como un “museo de sociedad” consagrado a la conservación, estudio, presentación y mediación de un patrimonio antropológico relativo a la zona europea y mediterránea.
- Pero en este museo no solo llama la atención sus
colecciones, merece la pena pasear por su impresionante estructura
metálica. Por cierto, el MuCEM es gratuito siempre que no se entre
en grupos mayores de cuatro personas, por lo que si se va en grupo
es recomendable entrar de dos en dos y ahorrarse la entrada.
- Su construcción fue encargada a mediados del siglo XIX por
el mismísimo Napoleón Bonaparte, quien además colocó su primera
piedra. Por su tamaño se la compara con San Pedro de Roma, aunque
su particular diseño de franjas horizontales de inspiración
bizantina a base de piedra verde de Florencia y el delicado mármol
de Carrara le dan un aspecto inconfundible y la convierten en algo
que no hay que perderse en una visita a Marsella.
- El Puerto Viejo es sin duda el lugar más animado de Marsella. Poblado de veleros, protegido por fortalezas y rodeado de terrazas donde dejar pasar el tiempo con un café, una copa de vino o, la bebida típica aquí, un pastís, una especie de anís que se sirve aguado.
- Mención aparte, merece otra de las bebidas típicas, la
absenta, con casi 90 grados de alcohol, que popularizaron
artistas y escritores como Wilde, Van Gogh, Baudelaire, Manet,
Picasso, Lautrec, Degas y Hemingway, entre otros, con la que
encontraban la inspiración.
- En torno al puerto hay muchos restaurantes y no hay que
perder la oportunidad de disfrutar las especialidades marsellesas:
la célebre bullabesa, una sopa de pescado que se come dos veces,
primero la sopa y luego de nuevo sopa con el pescado y los mariscos
con que se ha cocinado, los «pieds et paquets» (carne picada con
especias y bacon) y las «navettes» (bizcocho en forma de barco con
sabor a naranja).
- Por
último y antes de continuar con nuestro viaje conviene dedicar una
hora a visitar en el puerto viejo, la “Savonnerie Marseillaise
de la Licorne” lo más parecido que existe a un museo del
jabón de Marsella, un producto cuya elaboración comenzó
en esta ciudad mediterránea en el siglo XII y que se fabrica de la
misma forma desde hace 100 años, mezclando aceite y sosa que se
tritura con unos rodillos de granito, posteriormente se le añade
miel, esencias o perfumes que le dan el olor final, la masa
resultante se introduce en un molde para darle forma a la pastilla,
para finalizar los jabones se estampan manualmente. En el museo
podremos realizar nuestras propias pastillas de jabón, así como
comprar multitud de ellas con diferentes formas y olores.
Arlés - Teatro
Arlés,
regreso al pasadoYa los romanos en el siglo I descubrieron el encanto y la posición estratégica de Arlés, muy cerca del Mediterráneo, en la desembocadura del Ródano y del actual Parque Nacional de Camargue.
- Y allí siguen sus restos, comenzando por el anfiteatro
romano, con capacidad para 20.000 espectadores, el teatro, el
obelisco del Circo, el foro y las termas de Constantino.
- A iniciativa de Prosper Mérimée, el célebre creador de la
novela Carmen, que inspiró la ópera, el anfiteatro fue restaurado,
y hoy, convertido en Patrimonio de la Humanidad, es escenario de
numerosos espectáculos, en particular corridas de toros.
- Entre los espectadores de excepción de las corridas de toros
se encontraron Pablo Picasso, que donó 57 dibujos a la ciudad, y
Vincent van Gogh, éste último vivió en la “casa amarilla”
durante algo más de un año. Aquí se inspiró para pintar su
célebre cuadro “Una noche estrellada”, el famoso paisaje
nocturno de Van Gogh donde no aparece el color negro. En estas
calles el holandés halló el secreto que transformó su arte, «un
sol que inunda todo con una luz de oro fino» y todavía hoy en
día en la plaza del foro uno se puede sentar en el ahora llamado
“Café Van Gogh” que inspiró su pintura “Le café le soir”.
- A poca distancia se alcanza Vaugines donde si uno se
siente animado puede alquilar una bicicleta eléctrica y dedicar una
jornada a visitar los pequeños y maravillosos pueblos de alrededor
en un circuito de unos 30 kilómetros que el motor de la bicicleta
ayuda a realizar casi sin esfuerzo, empresas como www.bikesession.fr
además proporcionan un guía que se adaptará a
nuestras necesidades haciendo paradas en los pueblos más
significativos de la ruta, como Ansouis, Saint Martin de la Brasque,
Cabrières d’Aigues o Cucuron.
Rousillon - Sendero de los Ocres
A las afueras
del pueblo no hay que perderse Le Sentier des Ocres, o Sendero
de los Ocres.- Es un recorrido por los bosques contiguos a Rousillon,
en el que en un cómodo paseo uno puede llegar a encontrar hasta 17
matices diferentes de ocres, que van desde el blanco dorado hasta el
rojo púrpura, pasando por el amarillo claro, el amarillo azafrán o
el terracota, entre otros.
- Estos pigmentos están formados por arena arcillosa y óxido
de hierro. Desde finales del siglo VIII hasta la irrupción de los
colores sintéticos, el municipio explotó este lugar para hacer
botes de colores. Un consejo, para el paseo es mejor ir con
zapatillas oscuras, ya que el polvo amarillento pueden ensuciarlas.
- Si se dispone de tiempo, también merece la pena visitar el
Conservatorio de los Ocres, una antigua fábrica de pinturas cerrada
desde los años 70 y transformada en museo donde podremos comprender
el proceso que sufrieron estas tierras durante miles de años, como
acabaron teñidas de esos magníficos colores y como tiempo después
se explotaron para la fabricación de los pigmentos utilizados por
grandes artistas en el mundo entero.
Aviñón - Palacio
Aviñón,
residencia papalLa luz de Aviñón fascinó a Picasso cuando, a los 31 años, llegó a sus puertas lleno de vigor creativo.
- Mucho antes, en 1309, la ciudad fue sede del mayor cisma de
la Iglesia católica y en ella se refugiaron los Papas hasta
convertirla en una de las capitales del mundo. Aviñón,
Capital de la Cristiandad en la Edad Media, conserva aún las
huellas de ese grandioso destino: en el Palacio de los Papas,
que es el palacio gótico más importante del mundo (15.000 m2 de
base, es decir, el volumen de 4 catedrales góticas), vivieron 9
papas durante 112 años y como anécdota hay que destacar que cuando
se reunían los obispos para elegir nuevo papa, no existía por
aquel entonces el humo blanco o fumata blanca para declarar al mundo
que habían llegado a un consenso, si no que una persona tocaba la
campana durante 24 horas.
- Especialmente interesante en la visita al palacio son los
apartamentos privados del Papa y sus fabulosas decoraciones de
frescos realizadas por el artista italiano Matteo Giovannetti o el
salón comedor, donde en la época comían 600 personas durante 7
horas en un banquete en el que se contaban los vasos, que eran de
oro, al principio y al final del mismo, por si acaso...en uno de
ellos, el Papa Clemente VI fue el primero en utilizar un tenedor de
dos puntas, ya que se comía con las manos y ponerlo de moda hasta
nuestros días.
- Pero Aviñón es mucho más, tiene más de 136 monumentos históricos y 46 plazas, aunque algo que no hay que perderse es el puente Saint Bénezet conocido como el “pont de Avignon”, famoso en el mundo entero gracias a la canción; también lo son sus murallas, un conjunto monumental excepcional catalogado Patrimonio mundial de la UNESCO y que en el siglo XIV llegaron a tener 5 Kilómetros, así como decenas de iglesias y capillas... Son tantos los vestigios de un pasado con una historia rica que le dan un atmósfera única a la ciudad.
http://es.france.fr/
http://www.marseille-tourisme.com
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http://www.avignon-tourisme.com
http://www.provenceguide.com
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