Ávila bien merece una visita por
muchos motivos, no sólo por sus bien conservadas murallas, pero este
año de 2015, en que se cumple el quinto centenario del nacimiento
de Santa Teresa de Ávila –el 28 de marzo de 1.515– en la
ciudad castellana, los lugares vinculadas a la vida y obra de la
Santa merecen especial atención.
Texto y fotos: Jesús
Caravallo, Enrique Sancho
Teresa de Cepeda y Ahumada, religiosa, escritora, fundadora de las
Carmelitas Descalzas, doctora de la Iglesia Católica y una de las
representantes del movimiento místico español, que reformó la
Orden de las Carmelitas para volver a la austeridad, la pobreza y la
clausura que consideraba el auténtico espíritu carmelitano. Con
motivo de este aniversario, el Ayuntamiento de Ávila y diversas
entidades han organizado exposiciones especiales, conciertos, actos
religiosos, visitas guiadas y mucho más, tanto en la propia Ávila
como en otras localidades. La organización Huellas de Santa Teresa
www.huellasdeteresa.com ofrece amplia información.
Santa
Teresa no podía haber nacido en entorno tan propicio, una ciudad
tan estrechamente vinculada al misticismo, del que la Santa fue una
de sus figuras más excepcionales, junto con nombres tan señalados
como los de San Juan de la Cruz, Pedro de Alcántara, Mosé de León,
Nissim Ben Abraham o el Mancebo de Arévalo en esa convivencia de
religiones que también, como en su propia morfología urbana, la
asemeja a Jerusalén.
Teresa de Cepeda y Ahumada nació
en el seno de una familia numerosa, según refiere en el Libro de su
Vida, fruto del matrimonio entre Alonso Sánchez de Cepeda y Beatriz
Dávila Ahumada, procedentes de Toledo y con un pasado converso.
Precisamente sobre los restos de la casa natal de nuestra
protagonista se levanta la iglesia y convento de Santa Teresa, fruto
de los esfuerzos de los carmelitas descalzos –la primera fundación
masculina de la Orden creada por la Santa–, llegados de Duruelo a
finales del siglo XVI, y que contaron con el apoyo del obispo
Francisco Márquez de Gaceta y, luego, del Conde Duque de Olivares.
La cripta alberga el actual museo teresiano.
Al abrigo de la Sierra de Gredos y tras
las murallas de esta capital castellano-leonesa se esconde un valioso
conjunto de iglesias y palacios renacentistas, testigos del esplendor
pasado de la urbe. Su condición de cuna de Santa Teresa de Jesús ha
dejado en toda la ciudad, tanto dentro como fuera del recinto
amurallado, un gran número de edificios religiosos vinculados a la
vida de la mística, que coincide con el momento en que la
manufactura lanar permitió el despegue económico de la urbe.
Durante ese periodo de bonanza se construyeron en la ciudad numerosos
edificios civiles y religiosos que aún perviven en su casco
histórico. La iglesia de San Juan Bautista, de origen románico,
conserva una pila gótica del siglo XV, donde Teresa de Cepeda y
Ahumada recibió el bautismo, el 4 de abril de 1.515. También está
vinculado con la Santa el Palacio –siglo XVI- de Blasco Núñez
Vela, padrino de nuestra protagonista y que sería luego virrey del
Perú. Las familias de los Vela y los Cepeda estaban muy bien
relacionadas y, de hecho, los hermanos de Santa Teresa marcharon a
América acompañando a esta familia.
La ciudad de Ávila.
Pasado esplendorTal vez el mejor lugar para comenzar la
visita a la Ávila de Teresa de Jesús sea el llamado humilladero de
los Cuatro Postes fuera de la muralla, formado por cuatro columnas
dóricas de cinco metros de altura construido en 1566 por Francisco
de Arellano. Según la tradición fue aquí donde el tío de Teresa
logró alcanzar a ella y su hermano Rodrigo tras su frustrado viaje a
“tierra de moros” para encontrar el martirio y ganar el cielo. Ya
parecía tener claro la santa sus intenciones con apenas diez años.
Dicen que Teresa se quitó las sandalias y pronunció la frase: “De
Ávila, ni el polvo”.
Desde aquí se tienen unas
preciosas vistas de la ciudad y sus murallas. Muy próximo, el
puente sobre el río Adaja, de origen romano, seguro que conoció
las andanzas de Santa Teresa. No lejos de allí, se levantaba la
ermita románica de San Lázaro, hoy desaparecida, donde se veneraba
la imagen de la Vírgen de la Caridad (actualmente se conserva en
una capilla de la catedral abulense), y a la que Teresa de Cepeda y
Ahumada se encomendó cuando, a los 12 años, perdió a su madre
Beatriz de Ahumada. En el Convento de Nuestra Señora de Gracia, de
la Orden de San Agustín y fundado en 1.509, Alonso de Cepeda
ingresó a su hija, en 1.531, para que se formase, pero una
enfermedad interrumpió el internado pronto y Santa Teresa regresó
a la casa paterna, donde se sometió a la beneficiosa tutela de
María Briceño, quien alimentó su deseo de profesar como
religiosa.
De regreso al interior de la ciudad, se
descubre el símbolo de la urbe: la muralla que la bordea y que la
convierte en uno de los recintos amurallados medievales mejor
conservados de Europa. Sus dos kilómetros y medio de perímetro se
encuentran jalonados por casi 2.500 almenas, casi un centenar de
torres, seis puertas y tres portillos. La puerta de los Leales, una
de las entradas principales a la ciudad antigua, desemboca
directamente en la Catedral, templo con aspecto de fortaleza que fue
erigido entre los siglos XII y XIV y cuyo ábside, denominado
cimorro, está adosado a la muralla constituyendo el cubo defensivo
más voluminoso del baluarte.
Visita imprescindible en el
recorrido por la Ávila de Teresa es el Convento de Santa Teresa,
construido en 1629 en el solar donde se encontraba la casa natal de
la santa. El edificio, de portada barroca, alberga un importante
conjunto de tallas realizadas por el escultor Gregorio Fernández,
además de una capilla dedicada a la santa que destaca por su
profusa ornamentación. En el interior existe un huerto en el que,
según la tradición, jugó de niña la mística abulense. Bajo la
iglesia del convento se halla el Museo de Santa Teresa, una cripta
de 1.500 metros cuadrados en la que puede verse las etapas de su
vida.
La ruta nos lleva ahora hasta el
Monasterio de la Encarnación, el primer convento carmelita en
Ávila. Fue aquí donde ingresó Santa Teresa en 1535, vivió
durante más de 20 años y en donde llegó a ser priora en 1571. En
el monasterio se conserva el locutorio que usó Santa Teresa durante
el tiempo que fue priora. En él merece la pena detenerse en los
lugares frecuentados por la escritora, como su celda o la capilla de
la Transverberación. Tras abandonar el Monasterio de la
Encarnación, Santa Teresa se dirigió al Convento de San José, el
primero que propiamente fundó y en el que ya instauró la reforma
carmelita. Aquí vivió Santa Teresa entre 1562 y 1567. Su aspecto
actual es posterior, ya que Felipe III fue quien construyó el nuevo
templo.
La vida cotidiana de la actual
orden de las carmelitas transcurre con la misma austeridad y
diligencia de aquella que comenzó Teresa de Ávila junto a cuatro
novicias; como en aquellos años hoy la celda desnuda se integra a
una ermita particular en un rincón del huerto.
Vale la pena acercarse a la iglesia de San Juan Bautista, de origen
románico aunque profundamente trasformada en el siglo XVI. Aquí se
encuentra la pila bautismal donde fue bautizada la santa el 7 de
abril de 1515. Otro punto esencial de la ruta es la Plaza de Santa
Teresa, centro neurálgico de Ávila y en la que puede verse dos de
sus estatuas en el centro y en un lateral. Allí se reúnen turistas
y lugareños, frente a la fachada de la Iglesia de San Pedro, para
tomar algo en los soportales. Ávila es ciudad mística por
excelencia. Hace años, se tuvo la feliz iniciativa de crear el
Centro de Interpretación de la Mística, único en Europa, que
intenta acercar al visitante el fenómeno del misticismo, del que
Santa Teresa de Jesús fue una de sus más significativas
figuras.
Lugares señoriales de ÁvilaPero en Ávila
hay mucho más, aquí se entremezclan rincones de aspecto medieval,
como la plaza de los Dávila, con más de una docena de casas
renacentistas de noble linaje, entre las que se pueden mencionar la
mansión de los Velada, el palacio de los Valderrábano o el de Núñez
Vela. Pero la construcción más sorprendente del entorno es el
palacio de los Dávila. Se trata de una recia fortaleza formada en
realidad por cuatro casas, la más antigua de ellas del siglo XIII.
El conjunto destaca por sus almenas y por una famosa ventana de
origen renacentista. Muy cerca se encuentra el Torreón de los
Guzmanes, levantado en el siglo XVI y que actualmente alberga la
Diputación Provincial.
Éstas son solo algunas de las más
de cien casonas y residencias palaciegas que existieron en Ávila
entre los siglos XVI y XVIII, hecho que queda reflejado en el nombre
completo de la ciudad, denominada Ávila de los Caballeros. La plaza
del Mercado Chico, lugar en el que se emplazaba el antiguo foro
romano, es el centro de la ciudad. A ella dan las fachadas del
Ayuntamiento y de la iglesia de San Juan, reconstruida en los siglos
XV-XVI.
Otra edificación importante es la
basílica de San Vicente, levantada en el siglo XII junto al lugar
en que fueron martirizados tres santos en época de Diocleciano.
Este templo está considerado el más bello ejemplo románico de la
ciudad, si bien posee otros elementos arquitectónicos que fueron
añadidos con posterioridad. El exterior del edificio se encuentra
presidido por tres magníficos ábsides, la portada occidental,
conocida también como el Pórtico de la Gloria de Ávila, y la
fachada sur. Mientras, en el interior sobresalen las bóvedas y se
puede admirar el sepulcro de los tres mártires, un importante
monumento funerario protogótico atribuido al maestro Fruchel.
Lugares en Ávila para reponer
fuerzas
Sin duda, tantas visitas han abierto el apetito, pero
no hay que preocuparse, estamos en uno de los mejores lugares para
saciarlo. En cualquiera de los restaurantes de la capital abulense es
posible descubrir la excelente gastronomía de la zona. Sobresalen
los excelentes asados de tostón, cochinillo y cordero, además del
famoso chuletón de ternera de Ávila.
El ganado vacuno que produce la
denominada "Carne de Ávila" procede única y
exclusivamente de la raza Avileña-Negra Ibérica, criada
mayoritariamente en las dehesas de Castilla y León y Extremadura.
Se trata de animales de color negro uniforme, aunque admite
degradaciones de tonalidad, que destacan por su rusticidad,
fecundidad y longevidad, además de una gran facilidad para caminar,
cualidad fundamental para los desplazamientos trashumantes y para la
búsqueda de alimentación. Por lo general la carne presenta un
color que va de los tonos rosados a los rojos más intensos,
consistencia firme, ligera humedad y fina textura; una carne
perfecta para preparar deliciosos filetes o suculentos chuletones.
No hay que olvidar tampoco otros
contundentes platos como las judías de Barco de Ávila, blancas o
rojas, las carillas, variedad de judías típicas de la zona, o los
garbanzos de la Moraña. Platos como el cocido moragueño hecho con
hortalizas y legumbres, repollo al ajo arriero, pimientos rellenos o
las populares patatas ‘revolconas’, cocidas y machacadas, y
aderezadas con pimentón y torreznillos. Tampoco podemos dejar de
probar sus productos de matanza: el lomo, los chorizos de olla y las
sabrosísimas morcillas. Si se quiere acompañar alguno de estos
platos con un vino de la tierra, nada mejor que los vinos de
Cebreros y el Tiemblo.
Una buena forma de probar las
especialidades abulenses es recorrer los mesones y bares de la
ciudad y degustar las populares tapas, entre las cuales las patatas
revolconas tienen un lugar de preferencia, así como el delicioso
cochifrito o cuchifrito, realizado con carne y especias.
En cuanto a la repostería hay una
variedad de dulces típicos como las yemas de Santa Teresa,
torrijas, amarguillos, huesitos, empiñonados, natillas, o tartas.
Tanto el chuletón como las yemas tienen Denominación de Origen.
Más
información:
www.huellasdeteresa.com
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