48 horas pueden ser suficientes para
descubrir lo mejor de Budapest.
Un Recorrido urgente por la capital húngara que celebra los nuevos
vuelos de Iberia.
Texto y fotos: Enrique Sancho.
El
inicio de los vuelos de Iberia a
Budapest desde el 2 de junio
pone aún más fácil y cómoda la escapada a la capital húngara.
Todos los martes, miércoles y jueves hasta el 22 de octubre, Iberia
ofrece vuelos directos con precios muy atractivos. Estas frecuencias,
que son tres o seis a la semana dependiendo de la temporada, con
horarios muy convenientes, permiten escapadas de 24 o 48 horas o
estancias más largas, a partir de 5 noches que permiten conocer
Budapest y otros lugares atractivos de Hungría.
Foto: Atardecer en Budapest
Suele decirse que el Danubio, el
gran río que atraviesa Europa, divide Budapest en dos partes que son
las que dan nombre a la ciudad: Buda y Pest. Pero la
realidad es casi la contraria. El Danubio une las dos antiguas
ciudades formando una sola. Es ese río prodigioso el que da sentido
a la capital de Hungría, el que permite apreciar en su
verdadera dimensión las dos partes.
Los que conocen bien la ciudad
advierten a los visitantes que la mejor forma de apreciar su
dimensión y belleza, es admirar Pest desde las colinas de
Buda y contemplar Buda a la sombra del gigantesco Parlamento
de Pest. De esta forma se tiene una idea muy completa de su tamaño,
se valoran mejor las proporciones y resulta muy fácil localizar los
edificios que se quieren visitar. Todo es posible gracias a la
perspectiva que el Danubio proporciona. El río, en efecto, adquiere
en este tramo un significado muy especial y da una nueva dimensión
a la ciudad. La belleza de los edificios reflejados en sus aguas
forma, sobre todo al atardecer, un espectáculo difícil de
describir. Por la noche, cuando las siluetas se desvanecen, los
puentes y monumentos iluminados adquieren un aspecto mágico. Todo
el esplendor de épocas pasadas, cuando la ciudad era el centro del
gran Imperio Austro-Húngaro, parece volver a resurgir.
Buda representa lo mejor
del pasado. En lo alto de la colina se erige el antiguo Palacio
Real, la iglesia Matías, el Bastión de los Pescadores y la ciudad
civil medieval de Buda, agradable y acogedora como una pequeña
aldea. Enfrente, en la llanura, se extiende Pest, la ciudad de la
libertad y la vitalidad, con sus oficinas, casas suntuosas y locales
mundanos. Pest es el presente, se encuentran en esta parte de
la ciudad la mayoría de los teatros, cines y clubs, muchos
restaurantes, cafeterías y tiendas deslumbrantes.
Una buena forma de tener una visión
global de la ciudad es subiendo a lo alto de la Colina Gellért, a
cuyos pies está el célebre balneario del mismo nombre, donde se
encuentra la Ciudadela. Desde el borde de las murallas y en varios
miradores se consigue una espectacular perspectiva de Buda y Pest
abrazadas por el Danubio.
Foto: Balneario Gellért
Recorriendo Buda
Quienes
hagan el recorrido por su cuenta a pie, pueden iniciarlo tomando el
Sikló, el funicular construido en 1870 que parte de la Plaza de Adam
Clark, donde está el Kilómetro O junto al Puente de las Cadenas y
sube hasta el Palacio Real. Mientras se espera, no está mal
recrearse con una de las anécdotas que se cuentan sobre el más
famoso y más antiguo puente de Budapest. Se dice que las cuatro
estatuas de los leones que guardan su entrada no tienen lengua y que
cuando se descubrió el hecho, el día de la inauguración, el
escultor, Janos Marschalko, se tiró al Danubio avergonzado. En
realidad, los leones sí tienen lengua, pero no la muestran y está
detrás de los colmillos. Su autor explicó que los leones son
felinos y no canes, por eso jadeando no muestran sus lenguas. Pero la
leyenda sigue superando a la realidad y la historia se sigue contando
una y otra vez.
El lugar donde termina el
funicular, junto a la entrada a los jardines del Palacio Real, es un
buen puesto de observación para apreciar la singular panorámica de
Budapest y vivir el ambiente del verdadero corazón de Buda. Aquí,
los viejos edificios, testigos de un pasado glorioso, se muestran en
todo su esplendor. Algunos de ellos han sido escenario de sucesos
históricos que conmovieron a Europa. Es el caso, por ejemplo, de la
Iglesia de Matías, donde los ciudadanos de Buda excomulgaron al
papa Bonifacio VIII en el año 1302. También aquí fueron coronados
muchos de los reyes húngaros, después de hacerlo en la antigua
ciudad real de Székesfehérvár, y los últimos gobernantes de la
dinastía de los Habsburgo, el emperador Francisco José y su esposa
Isabel (Sissi) —que tuvieron que esperar casi veinte años, hasta
el Compromiso de 1867— y Carlos IV.
El enorme complejo del Palacio
Real ha sido reconstruido al menos seis veces en los últimos siete
siglos. Hoy ya no tiene utilización como residencia pero su amplia
superficie permite albergar dos de los más importantes museos de la
ciudad: la Galería Nacional de Hungría y el Museo de Historia de
Budapest. En la primera y a lo largo de cuatro plantas se expone la
evolución del arte húngaro desde el siglo XI hasta hoy. El pintor
moderno más representativo es el triste Tivadar Kosztka Csontváry,
que ha sido comparado con Van Gogh.
Fuera del Palacio los pasos se
encaminan hacia la iglesia Matías -que no lleva el nombre de un
santo, sino un gobernante: el rey Matías Corvino, que se desposó
en esta iglesia dos veces (la iglesia en realidad se llama de
Nuestra Señora)- es el corazón del Barrio del Castillo, y éste el
centro de Buda. Es uno de los lugares más románticos y bellos de
Budapest. Casi cerrado al tráfico, es un sitio perfecto para pasear
contemplando sus bellas muestras de arquitectura y arte o para hacer
un alto en alguno de sus buenos restaurantes y agradables terrazas.
En la plaza, frente a la puerta principal de la iglesia, está el
monumento a la Santísima Trinidad, uno de los muchos que se
encuentran por toda Europa Central, en agradecimiento por haberse
librado de la peste.
Como ocurre en muchos lugares de
esta ciudad, hay que mirar a lo alto de la iglesia Matías para
apreciar el bellísimo tejado de coloridos azulejos que acaba de ser
remodelado. En el interior destacan las vidrieras, los frescos y las
decoraciones murales. En la coronación de Francisco José y Sissi,
el más célebre compositor húngaro, Franz Liszt, estrenó aquí su
Misa de la Coronación, aunque él mismo no pudo dirigirla porque
llegó a la iglesia sin invitación. Al parecer un párroco amigo le
permitió colarse y, ya que no dirigirla, al menos escucharla.
Uno de los puntos claves del
recorrido por el Barrio del Castillo es el Bastión de los
Pescadores, que aunque parece medieval fue construido en 1905, y que
lleva ese nombre porque los pescadores eran los responsables de la
defensa de la ciudad en esta parte de la muralla y desde donde se
ofrecen las mejores vistas de Pest y el Danubio. Las pintorescas
callejuelas que forman el barrio del Castillo, están edificadas
sobre cimientos medievales y todavía conservan algunos restos de la
época. Puede visitarse una de esas casas medievales en la actual
Casa de los Vinos Húngaros, donde pagando una módica entrada,
pueden degustarse hasta 70 deliciosos vinos del país y conocer sus
orígenes y métodos de elaboración. Aunque nadie pone pegas, es
recomendable hacer como los buenos catadores, probar el vino pero no
tragarlo; 70 pequeños tragos es mucho vino.
En la zona hay muchos restaurantes
y, aunque algunos son muy turísticos y un poco caros, pueden
encontrarse otros más auténticos con buena comida y un ambiente
muy agradable.

Foto: El Puente de las Cadenas
Vibrante y moderna Pest
La
visita a Pest puede comenzarse en el mismo lugar que se inició
la de Buda, en el Puente de las Cadenas, el primero que unió
Buda y Pest en 1849 y el más bello de los nueve que comunican las
dos partes de la ciudad. En el lado de Pest del Puente de las Cadenas
(en realidad se llama Széchenyi) se encuentra la plaza del mismo
nombre desde la que se aprecia una de las mejores vistas de la colina
de Buda. Hay varias estatuas conmemorativas y a esta plaza dan varios
de los mejores hoteles de la ciudad. A destacar el suntuoso Four
Seasons Gresham Palace de estilo art nouveau.
Antes de continuar la visita en el
corazón de Pest, hay que desviarse un poco y detenerse a
contemplar uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad y
uno de los que más orgullosamente se muestra frente al Danubio. El
grandioso Parlamento, construido con una mezcla de estilo ecléctico,
neogótico, renacentista y barroco es uno de los mayores edificios
del mundo que funciona como parlamento. Mide 268 metros de largo,
ocupa una superficie de 17.700 metros cuadrados y tiene casi 700
salas. La decoración interior, la profusión de frescos, vidrieras
y esculturas, los techos de roble, nogal y caoba contribuyen a la
solemnidad del edificio. Curiosamente en uno de los pasillos que dan
a la sala del Congreso hay una especie de cenicero gigante con
numerosos huecos numerados destinado a que cada una de sus señorías
pudiera dejar su puro y lo encontrara al salir.
La enorme cúpula del Parlamento
sólo tiene una rival: la de la Basílica de San Esteban, a un paso
del Parlamento, la más venerada del país, la mayor iglesia de la
ciudad, desde cuya altura de 96 metros se disfruta de un soberbio
panorama. Allí se conserva la reliquia de la mano derecha del rey
San Esteban, fundador de Hungría.
Pest, la antigua ciudad
medieval, cuyo pasado sólo se descubre en algunas callejuelas
estrechas o en detalles de unos pocos edificios, posee la chispa y la
vivacidad de París. Hoy, las animadas calles peatonales donde se
reúnen los jóvenes de la ciudad, la Plaza Vörösmarty, lugar de
cita de los artistas ambulantes, que recuerda la atmósfera de
Montmartre, sigue siendo el centro de la ciudad y donde se encuentran
un gran número de tiendas, cafés y restaurantes. En esta plaza,
auténtico corazón vital de Pest están dos de los cafés más
concurridos: el viejo Gerbeaud y el moderno Art Café. También
algunas de sus anchas y elegantes calles recuerdan los parisinos
boulevares y ni siquiera falta una bulliciosa calle comercial, como
la Váci, repleta de boutiques, cafés, restaurantes y grandes
almacenes.
Pero si se quieren hacer compras
tradicionales, vale la pena recorrer toda la calle Váci hasta
llegar al cruce con Vámház que conduce al puente de la Libertad.
Allí está el Mercado Central, construido por Samu Petz en 1894-96
y en el que se venden alimentos -a destacar su delicioso salami, el
foie, miel, la paprika (pimentón dulce) y los buenos y variados
vinos- y artículos de artesanía.
Foto: Palacio de la Ópera Nacional
Húngara
Un recorrido imprescindible es la
avenida Andrássy, sin duda una de las más bellas del mundo y
declarada Patrimonio de la Humanidad, trazada a finales del siglo
pasado, tras la unificación de las tres ciudades. Empieza como una
ancha calle de altos edificios de vecindad, con edificios señoriales,
convirtiéndose paulatinamente en una alameda bordeada de palacetes y
jardines. Uno de los edificios más importantes de Andrássy es el
Palacio de la Ópera Nacional Húngara, construido al estilo
renacentista italiano y con un espectacular interior.
La avenida Andrássy acaba en la
Plaza de los Héroes, la mayor de la ciudad, en la que se encuentra
el gigantesco Monumento al Milenario con grandes estatuas en torno a
la columna central coronada por el arcángel Gabriel, que
representan a los jefes de las siete tribus que condujeron a su
pueblo desde los Cárpatos hasta Hungría en el año 896. Cerca
están los baños termales Széchenyi, con su enorme piscina
exterior en la que es tradición jugar al ajedrez sobre tableros
flotantes. Un buen ejemplo de la larga tradición balnearia que
adorna a la capital de Hungría.
Más
información:
www.hungriaturismo.com
www.iberia.com